Pasar sin fijarse
Es un día antes de navidad. La gente en la calle tiene buen
semblante, sonríe. Hace calor, son las tres de la tarde, es un bonito día. Una persona
que limpia los vidrios de las carros me interrumpe y dice: “Venga,
mono, un segundo”. “Voy de afán”, le respondo. En la calle es mejor no hablar
con nadie porque no se sabe que puede pasar. Aunque hay mucha gente a mi alrededor
y es temprano, pero ¿para que perder el tiempo hablándole? Se va a poner fastidioso,
insistente.
Hablamos desde lejos, cada vez me alejo más. “¿Tiene una camiseta,
un saco? O una moneda, lo que sea". “No, no tengo”, y me tocó los bolsillos y
niego con la cabeza. Sí tengo. Otro limpiavidrios me dice desde lejos: “Mono,
denos algo”. “No tengo”, le digo, y vuelvo a negar con la cabeza, mostrándome
apenado con ellos. El primero me dice que van a estar ahí toda la tarde, yo le
digo que puede que más tarde pase. No lo voy a hacer. Una vez un señor que pedía
plata al lado de mi casa me pidió un saco. Sentí algo de compasión y le dije
que ya se lo traía. Me demoré como media hora escogiendo uno, entre los muchos
que no uso, que no me costará tanto dárselo. Hace poco me fui de viaje y compré
ropa, tengo más que antes y no sé qué sacar de mi cuarto.
No les daré plata porque me enseñaron que no hay que darle a la
gente en la calle. ¿En qué se la gastarían? ¿Acaso yo la gastaría mejor? ¿Darles
algo para sentirme mejor conmigo mismo? ¿Caminar a mi casa tres cuadras y
buscar un saco durante media hora? Qué desgaste. Por ser estas fechas muchos
sentirán misericordia y seguramente les darán varias cosas. Para qué les doy
algo yo, puede que les terminé sobrando, como a mí.
Sigo caminando, me cruzó con alguien que conozco hace bastante, la
miró por si ella me va a saludar, pero no lo hace. Desde que terminé con su
amiga nos hemos cruzado un par de veces en la calle, pero ella siempre esquiva
mi mirada. Me ignora como ignoramos a quienes piden limosna.
Me encantó
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